Creo que todos los que alguna vez hemos decidido aprender algo nuevo y enfrentarnos a esa experiencia de estar en una clase, alguna vez hemos sentido la sensación de tener las pulsaciones aceleradas, el miedo a equivocarnos, a hacer el ridículo, al qué dirán o pensarán de mi. Es algo que, en mi opinión, siempre será normal que ocurra, pero que, como profesores, debemos intentar reducir y evitar. El objetivo no es otro que buscar un reconfortante bienestar en el aula que permita a cada uno de los que estamos en la clase ser uno mismo y enfrentarse a cada tarea de la forma que sabemos, dando lo mejor de nosotros mismos, sin miedos, sin nerviosismo, sin preocupaciones que nos permitan avanzar.